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jueves, 31 de marzo de 2011

EL ARMISTICIO ANDALUZ

Existe la falsa creencia de que el pueblo andaluz ha sido un pueblo conquistado en no pocas ocasiones, permaneciendo impasivo ante estas múltiples invasiones. Algunos románticos argumentan que el carácter pacífico de los andaluces les incitaba a practicar un intercambio cultural con los pueblos que se acercaban a nuestras costas, lo que no es del todo incierto, y otros argumentan la falta de casta para luchar por su tierra ante el invasor, lo que no es cierto, ni en el caso andaluz, ni en el de ningún otro pueblo que siga vivo, aunque sea una resistencia bajo la dominación del ocupante, ya que el dominador acaba generalmente por anular la cultura del dominado, si no asimilando parte de esta y haciéndola suya, como ocurre en el caso concreto entre España y Andalucía, en el que todo rasgo de cultura andaluza es asimilado por España y hecho suyo, por ejemplo el flamenco, digno representante español en el extranjero, el caballo andaluz, ahora llamado pura sangre español, la guitarra española, el turco andaluz, cruce de los perros que acompañaban a las ovejas merinas traídas de Turquía  cruzado con el extinto carea andaluz, ahora llamado perro de agua español, o el toreo, arte de campo de los núcleos familiares ganaderos andaluces, etc, etc, etc. 
En lo referente a las artes creadas y desarrolladas en Andalucía, arte andalusí y mudéjar, se consideran pertenecientes a la mal llamada España árabe o musulmana, al no consolidarse esta hasta pasada la época andalusí en 1492, concretamente, en 1516, con la anexión del Reino de Navarra a la Corona de Castilla y Aragón.

Esto es consecuencia de la invasión* castellano-aragonesa de Andalucía como deja bien claro Julio Caro Baroja a lo largo de su estudio histórico-antropológico Los moriscos del reino de Granada, en el que refiere la costumbre de los campesinos andaluces de llamar castellanos a los esquejes que mejoraban la producción de un árbol o planta, y por defecto a todo lo que era bueno o productivo. Pensamiento que fue consolidado por los escritores de la Edad de Oro, como apunta en gran parte de su obra xenófoba Cervantes, El coloquio de los perros, Los trabajos de Persiles y Segismunda o en la segunda parte del mismísimo Don Quijote de La Mancha. Xenofobia probablemente procedente de los malos tratos sufridos bajo su cautiverio en Argel.

Bien, comencemos haciendo la casa por los cimientos, nunca mejor dicho. Según la tradición clásica, 80 años después de la guerra de Troya, 1104 aC, osea en 1024 aC, hace 3031 años, llegan los tirios de Fenicia, actual Líbano y descendientes de los israelitas de la tribu de Canaán a comerciar a las costas andaluzas, más concretamente a la actual Cádiz, Gádir nombrada por estos sus fundadores, pero vienen a traer prosperidad, a comerciar con la artesanía producida por ellos en un avanzado sistema de trueque, por lo que aquí no hay ni guerra ni sometimiento, sólo varios asentamientos costeros, y en este caso si podemos hablar de un intercambio cultural simbiótico y pacífico en sus comienzos al menos.

Estos fenicios culturizaron con su escritura, técnicas agrícola y demás avances tecnológicos a los descendientes de La Cultura de Argar, 2000 aC, autóctonos conocedores del oro, la plata y el bronce, y precursores de esta era, evolucionados de La Cultura de Los Millares, 4000 aC, también autóctonos y primeros vertebradores de una unidad geográfica andaluza al adentrarse hasta Sevilla, contrariando la norma de expandirse por las costas como era costumbre entre los pueblos de la época.

Gracias a estos intercambios culturales nace la civilización tartésica, primera civilización europea, alrededor de su ciudad Tarsis, Turtha o Tarta según la fuente. Sita en la desembocadura del Odiel en Huelva, en la del Guadalquivir o en el mismo Sevilla, también según la fuente. En lo que coinciden todas es en que podía hallarse en el área que hoy comprende el Coto de Dª Ana y alrededores. Y es nombrada en la misma Biblia en el Antiguo Testamento, Libro de los Reyes I 10-22, "En efecto, el rey Salomón tenía naves de Tarsisch en el mar junto con las naves de Hiram. Las naves de Tarsisch venían una vez cada tres años y traían oro, plata, marfil, monos y pavos reales" **. Los Tartesios escribían sus leyes en verso para evitar que estas fuesen falsificadas, pudiéndose encontrar en este hecho el primer germen genético de la tradición poética del pueblo andaluz.

Como consecuencia de La Batalla de Alalia hacia 537 adC, es posible que la desaparición de los griegos focenses que según Herodoto eran estrechos aliados y colaboradores de los tartesos, provocase una fuerte crisis económica entre estos, que pagarían de esta forma ante los cartagineses su apoyo a los focenses, al implantar los cartagineses la base de su nuevo monopolio económico Atlántico en Gadir, sita en pleno reino de Tartessos.

Alrededor del siglo VI aC nace la cultura celtíbera, que al lindar sus fronteras con la de los andaluces bastetanos y oretanos e influir mínimamente en estos, pasaremos por alto en este articulo, aunque halla servido a algunos como pretexto para hablar de una falsa homogeneidad cultural española, ya que el considerado nexo de unión de los pueblos íberos eran el idioma y el sistema político y como hemos visto anteriormente, estos eran diferentes al menos entre los turdetanos.

En ese mismo siglo VI aC, hacen su aparición en los alrededores de la antigua Tarsis, los "íberos" turdetanos***, inmersos en la influencia cartaginesa, aunque desarrollando una evolución propia de la cultura anterior, de forma que la población turdetana se sabía descendiente de los antiguos tartesios, y a la llegada de los romanos aún mantenían sus señas de identidad propias. De ahí que Estrabón señalara en sus crónicas que : " son considerados los más cultos de los íberos, ya que conocen la escritura y, según sus tradiciones ancestrales, incluso tienen crónicas históricas, poemas y leyes en verso que ellos dicen de seis mil años de antigüedad.", (Estrabón, III,1,6).

Ya hemos visto que Cartago tomó en el siglo VI aC el relevo de las metrópolis fenicias en decadencia. Cartago era una colonia convertida ya en metrópoli que se convertirá en la potencia económico-político-militar del Mediterráneo Occidental. Tras la conquista de Tiro por Alejandro Magno, Gádir pasará ya completamente a dominio púnico, dominio que, por otra parte ya se ejercía materialmente. Como los cartagineses eran también fenicios, la transición no fué más que un relevo familiar. Los cartagineses se dedicaron a expandir sus factorías procurando continuar las buenas relaciones con los íberos dueños del terreno, relaciones tan necesarias cuando de comerciar se trata y más cuando al nativo le precede fama de belicoso. La relación era cordial, ya que ambas partes se necesitaban, los púnicos necesitaban la protección y la mano de obra íbera y los íberos necesitaban la riqueza que proporcionaba el comercio. Pero este estado de cosas se complicaría en 241 aC con la derrota cartaginesa en la I Guerra Púnica en la que mercenarios andaluces, turdetanos, bastetanos y oretanos participaron y que dejó a Cartago arruinada y sin Sicilia, Córcega y Cerdeña. Para arreglar las cosas, el ejército cartaginés, compuesto por mercenarios africanos e íberos, fue tratado por el gobierno púnico como si de enemigos se tratara, y los íberos se rebelaron contra el gobierno púnico.

La familia cartaginesa descendiente de Amílkar Barca inició después de la I Guerra Púnica la sumisión efectiva de la península, que se extendió a buena parte de esta, sobre todo al Sur y al Levante. Una sumisión lograda mediante tributos, alianzas, matrimonios, o simplemente por la fuerza, para poder pagar a Roma los tributos de guerra y poderse rearmar para intentar un segundo asalto a Roma.

Sobre una primitiva ciudad tartésica, Mastia, el general Asdrúbal El Bello fundó la ciudad de Qart Hadasht, 227 aC (Carthago Nova para los romanos, actual Cartagena). La ciudad fue amurallada y urbanizada, según Polibio, sobre el cerro del Molinete de la ciudad se construyó Asdrúbal su palacio. Cartagena se convirtió en base de las operaciones militares de los cartagineses en Iberia.

Por otra parte, la península proporcionaría a Cartago un importante suministro de tropas tanto mercenarias como de leva con las que enfrentarse a Roma, y con las que reafirmar su dominio en el norte de África, lo que era considerado por los romanos motivo suficiente para invadir la península Ibérica, junto a la intención de Cartago de invadir su ciudad aliada Sagunto.

Tras la II Guerra Púnica 218aC a 201aC, el mismo 197 aC la provincia Citerior (actual Aragón, Cataluña, Castellón y Baleares) fue escenario de la rebelión de los pueblos íberos, principalmente ilergetes, que el procónsul Quinto Municio tuvo dificultades para controlar. La provincia Ulterior, (Valencia, Alicante, Murcia y la mayor parte de la Andalucía actual), tras la rebelión de los turdetanos, escapó del control de Roma, muriendo su gobernador. Roma hubo de enviar en 195 aC al cónsul Marco Catón, quien al llegar a Hispania encontró toda la provincia Citerior en rebeldía, con las fuerzas romanas controlando sólo algunas ciudades fortificadas. Catón venció a los rebeldes en el verano de este mismo año y recobró la provincia pero no logró atraerse a sus naturales, ni a los celtíberos que actuaban como mercenarios pagados por los turdetanos y cuyos servicios necesitaba. Tras una demostración de fuerza, pasando con las legiones romanas por el territorio celtíbero, les convenció para que volvieran a sus tierras. La sumisión de los celtíberos era aparente, y cuando corrió el rumor de la salida de Catón hacia Roma, la rebelión se reanudó. Catón actuó con decisión, venció a los sublevados y vendió a los cautivos como esclavos. Todos los nativos de la provincia fueron desarmados. Catón regresó a Roma con un triunfo otorgado por el senado y un enorme botín de guerra consistente en más de once mil kilos de plata, más de 600 kg de oro, 123.000 denarios y 540.000 monedas de plata, todo ello arrebatado en sus acciones militares. Tal como había prometido a Roma antes de su campaña, «la guerra se alimentará de sí misma».

La III Guerra Púnica, 149 a 146 aC, tiene lugar fuera de nuestras fronteras y con apenas unos pocos mercenarios íberos que contrajeron con Roma juramento de Devotio (contrato bélico por el que el cliente se comprometía a morir en caso de que el contratante, rey o jefe generalmente, muriese en batalla, a cambio de su protección, mantenimiento y mayor estatus social. Consagraban su vida a una divinidad para que protegiese a su jefe en el combate, viéndose estos obligados a suicidarse en caso de caer su jefe, con el fin de defenderlos más alla de la muerte).

En 206 aC derrota Roma a Cartago en la II Guerra Púnica y funda la provincia romana Ulterior, hasta 29 aC en que por división de esta aparece la Baética y hasta 411 dC con la llegada de los vándalos y alanos, (que tan solo permanecen 18 años), Andalucía vive un periodo de paz y prosperidad. Viviendo una simbiosis cultural y política con Roma, tal es así que tras conceder el emperador Vespasiano en el año 74 dC a toda la península la ciudadanía romana (latinitas) por la promulgación de la ley Minus Latium, y tras tres emperadores accede a la corona imperial Trajano en el 98 dC, a los 45 años, nacido en Itálica, actual Santiponce, Sevilla, al igual que su sobrino nieto Adriano quien le sucedió el año 117 dC, o el cordobés Lucius Annaeus Séneca, filósofo, senador, pretor, cuestor, consejero político y ministro, como también fuera senador Cornelio Balbo natural de Gades, la actual Cádiz y otros más. En otras materias destacó el botánico Columela, también gaditano, que escribió veinte volúmenes que trataban todos los aspectos de la agricultura y la viticultura romanas. A pesar de la Ley Minus Latium, que concede la ciudadanía romana a toda la península, la Baética mantiene una posición deferente con respecto a las demás provincias de la península que son consideradas colonias propiedad del emperador, frente a la dependencia senatorial de la Baética en lo que parece ser el primer gobierno democrático de Andalucía, ya que las leyes que a esta afectaban habían de ser aprovadas por mayoría en el senado de Roma.

En un periodo convulso y de decadencia del Imperio Romano, en 416 dC el emperador Flavius Honorius, a través de un pacto, Foedus, con el rey visigodo Valia, permite la entrada de estos en la península Ibérica, para que sean quienes defiendan los derechos de Roma frente a las tribus germánicas. Los vándalos los derrotaron en Mérida y acabaron pasando a África al igual que los alanos silingos que no se quedaron para ser absorbidos por la población baética, 429 dC.

Los suevos que no pudieron ser expulsados por Honorius, emprenden en 438 desde la Gallaecia, al mando de su rey Requila la conquista de la península, adueñándose de la Lusitania, la Carthaginense y la Bética. Su sucesor, Requiario, aprovechará las perturbaciones del movimiento bagauda para avanzar hacia la zona de Zaragoza y Lérida. Tal acción impulsó al Imperio Romano a pedir nuevamente a los visigodos, a través de su rey Teodorico II, la ayuda precisa para controlar la península. Las tropas visigodas cruzan los Pirineos y en el 456 capturan al rey Requiario, quedando el resto de los suevos en lo que hoy se conoce como Galicia. El reino suevo se mantuvo independiente hasta finales del siglo VI. El resto de la península pasa a manos visigodas, pasando a formar parte del reino visigodo de Tolosa, con capitalidad en Tolosa (Toulouse, Francia). Las oleadas de conquista se sucederán con posterioridad, pero ahora para ocupar espacios donde domina todavía el Imperio Romano.

En el año 476, los visigodos ya se habían asentado en la península Ibérica y en 490 termina el grueso de las migraciones desde el norte.

En el año 534 el general Bizantino Belisario, bajo el reinado de Justiniano derrota a los vándalos en el norte de África y se apodera de todas las provincias romanas, En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la península y anexionaron al Imperio extensos territorios del sur. La presencia bizantina se prolongó hasta el año 624 en que el rey visigodo Suintila con el apoyo del emperador romano Heraclio, acabaría por expulsar a los bizantinos de la península. No obstante estos dejaron su huella en el arte, configurando otro hecho diferencial mas de Andalucía.

La monarquía visigoda conoció un momento de debilidad durante el siglo VI. Al menos dos reyes son asesinados sucesivamente, Teudiselo, en un banquete celebrado en Sevilla con béticos al año de su ascensión al poder, y Agila I. En distintas zonas de la Bética, Córdoba, Sevilla y Mérida se producen sublevaciones de terratenientes contra la autoridad real. Ni que decir tiene que el pueblo autóctono no actuó como mero observador de estas contiendas, sino más bien todo lo contrario, tomando parte según sus intereses como hemos visto en el caso del asesinato del rey visigodo Teudiselo.

Comienza con Al-Andalus una opaca época de la historiografía oficial. Son no pocos los historiadores, arqueólogos, numismáticos y demás especialistas los que cuestionan que según algunas fuentes 9.000 o según las más generosas 25.000 soldados árabes y bereberes entraran en la península por el Estrecho de Gibraltar en 711 y en tan solo siete años acabaran por conquistar un reino de guerreros visigodos con cuatro siglos de presencia consolidada y veinte millones de habitantes. Algunos investigadores, tras comprobar que los musulmanes atribuían a sus correligionarios victorias imposibles y que los cristianos omitían consignar cualquier aspecto de lo que estaba sucediendo en su suelo, concluyen que el mito ha pervivido contra toda lógica porque ha interesado mantenerlo. Entre los musulmanes, porque les proporcionaba una pátina de gloria; entre los cristianos ortodoxos, porque encubría ante su propio pueblo lo que en realidad fue un fracaso social y religioso. Siendo para estos más plausible admitir una derrota militar que una de fe.

Con la llegada de los visigodos, conversos al catolicismo, arriva a la península la corriente arriana o unitaria, que proclama la unidad de Dios y que Jesús de Nazaret no es su hijo sino un profeta, frente al trinitarismo, que se basa en el Misterio de la Santa Trinidad. Esta diferencia fue pretexto para persecuciones, expropiaciones y varias luchas sucesorias entre los reyes visigodos. Cuando el rey Vitiza subió al trono en el año 702, comenzó a deshacer los entuertos que sus antecesores venían profiriendo al pueblo desde que en 587 el rey Recaredo se aliara con los obispos trinitarios dependientes de Roma por conveniencias políticas y adjurara del arrianismo que sus antecesores venían practicando desde que en 460 tomara el poder el monarca Eurico. Fue el rey Vitiza en 702 quien declaró una amnistía contra los perseguidos y les restituyó sus bienes, detuvo las medidas hostiles contra los judíos y convocó el XVIII concilio de Toledo, cuyas actas, sospechosamente, se han perdido.

A la muerte de Vitiza, en torno a 709 todo cambió. La nobleza y los obispos impidieron que su hijo Achila, que era menor de edad ocupara el trono y eligieron en su lugar al que la historia ha conocido como Don Rodrigo, (Roderico), un jefe militar afín a sus intereses. Estalló entonces una guerra civil entre los partidarios de éste, seguidores del Cristianismo establecido, y quienes apoyaban a los sucesores de Vitiza, más comprometidos con las creencias unitarias o arrianas, que veían en Don Rodrigo a un usurpador del trono visigodo.

Al mando de la Bética estaba Rechesindo, el antiguo tutor del hijo de Vitiza. Rodrigo lo mató en una escaramuza y entró en Sevilla sin oposición. Entonces, los partidarios de la estirpe de Vitiza, los debilitados unitarios, pidieron ayuda a su correligionario Taric, gobernador de la provincia visigótica de Tingitana (la actual Tánger), que había sido nombrado por Vitiza y con cuyo reinado mantenía estrechas relaciones comerciales. Taric era probablemente de raza goda, como apunta la sílaba "ic" hijo en lengua germánica. Uno de sus jefes militares era Yulian, de origen romano, a quien la leyenda de la invasión convirtió en el traidor conde Don Julián. Taric cruzó el estrecho con guerreros de diversas etnias, integrados en la causa unitaria, entre los que abundaban los bereberes.

La presencia de estas tropas no provocó una especial reacción entre la población autóctona, ya que la petición de auxilio a fuerzas extranjeras era una práctica muy corriente en la península Ibérica. También los judíos, que habían sido ferozmente perseguidos por los monarcas godos después de que éstos abandonaran la fe arriana, acogieron favorablemente a los recién llegados.

Los expertos subrayan que sólo un estado puede organizar una invasión militar. Y no existía entonces un imperio arábigo, sino tribus y pequeños caudillos frecuentemente enfrentados entre sí y carentes de gobierno, administración y ejército.

Según el historiador Ignacio Olagüe, "en las crónicas latinas y bereberes aparecen los godos como un grupo aparte que guerreaba contra un enemigo que no era español, ni cristiano, ni hereje, sino anónimo; es decir sarraceno". Lo que no podía decir, o lo ignoraba el cronista, era que los godos luchaban contra la masa del pueblo, contraria a la oligarquía dominante".

Allá por el siglo IX, cuando los musulmanes llevaban 140 años en la península, tenían desde hacía un siglo la capital en Córdoba, la más importante y refinada ciudad de Occidente por entonces, con un millón de habitantes, y es evidente que no habían forzado la conversión masiva de indefensos cristianos, ni siquiera hacían proselitismo de su fe ni alardes de su culto. ¿Qué fe seguían entonces la mayoría de los andaluces? Lo más probable es que se tratara del arrianismo tradicional, que como vimos anteriormente creía en la unidad de Dios (primer dogma de fe musulmán), en discreta evolución hacia el islamismo, por lo que los nativos no tuvieron dificultad en abrazar la nueva religión, igual que adoptó paulatinamente la lengua árabe en cohabitación con el romance baético proviniente del latín, que posteriormente evolucionaría hacia el romance aljamiado de Al-Andalus o andaluz clásico****. No hubo imposición, sino una lenta seducción. Y no se trataba de una fe extranjera. Asín Palacios y otros arabistas mantienen que el islamismo es una suma de creencias o sincretismo, que tiene en su base lo arriano y lo judaico. Se comprende el respeto de los musulmanes hacia las "gentes del Libro", con las que comparten lo esencial: el sometimiento a un solo Dios con el que pueden comunicarse directamente y desde cualquier lugar.

Se ha querido transmitir la idea de que la península era poco menos que un erial artístico e intelectual hasta que la fecundó el Islam. Sin embargo, el historiador Bonilla san Martín apunta que " en el movimiento priscilianista, los trabajos de los concilios de Toledo, las producciones de los escritores, atestiguan en los siglos IV y V una cultura excepcional. La invasión goda, lejos de sofocar este progreso, lo acrecentó y estimuló notablemente". De hecho, los estudiosos mantienen que el arte arábigo fue una prolongación del tartesio, ibero y visigótico. Valga como muestra la Estrella Tartésica de ocho puntas, símbolo religioso que representa al sol, adorado por lo tartesios y al que los andalusíes daban un carácter esotérico, viendo en el representado a las dos naturalezas, la humana y la divina, simbolizada ésta por la unión de dos cuadrados.

El árabe no empieza a generalizarse por escrito en España hasta la segunda mitad del siglo IX, concretamente con la aparición de Los Calendarios de Córdoba en 850, escritos en romance aljamiado de Al-Andalus. Es entonces cuando florecen las ciencias, la filosofía y la poesía. La rica lengua árabe es el instrumento; el genio lo aportan aquellos que vivían ya en Al-Andalus y los que llegaron como invitados, tanto del mundo islámico como del cristiano, o de los judíos andaluces, sin distinción de etnias. No obstante, innovaciones arquitectónicas como el arco de herradura no son una aportación arábiga; éste existía en Occidente y puede verse en varias construcciones de España y Francia anteriores al Islam. Tampoco parece obra suya la mezquita de Córdoba, ni nació mezquita. Ese templo, bosque de columnas, es incompatible con el culto musulmán y con el cristiano, ya que ambos exigen espacios diáfanos para seguir al oficiante.

Cabe destacar el apogeo que alcanzan durante esta época la filosofía de la mano de Averroes, Farabí, Salomón Ben Gabirol, Avicena, Algacel o el recientemente (2005) nombrado premio Nobel a titulo póstumo Ibn Jaldún; en ciencias ocultas resaltan Abd Rabbihí, Ibn Yulyul, Yahya al-Bitriq o Tábit Ben Qurra; en matemáticas, el conocido como el Euclides andaluz, Abd al-Rahmán Ben Badr, Ibn al-Samh o al-Juwarizmí entre otros muchos; en astronomía destacan al-Fargani, leido por Colón antes de descubrir América, Azarquiel y Abnavimunzor; en astrología Ibn al-Daya, Abú Bakr Ben al-Hásib, Masallah, Abú Alí al-Jayyat o Ibn al-Farruján al-Tabarí; en óptica Ibn al-Haytam, Alhacén, Qazwini, Abul-l-`Alà´ al-Ma´arrí y Biruni; en alquimia esotérica destacaremos a Du-l-Nun, Abd Allah y Abú Maslama al-Mayrití; en medicina Ibn Serapión el Viejo, Mesué, Hunayn Ben Ishaq, Alí Ben Isa, Kindí o el farmacólogo y dietista Abenguafith; en física Ibrahim Ben Sinán Ben Tábit Ben Qurra, Kamal al-Din al-Farisi o Algacel.

Muchos de estos sabios lo eran en varias ciencias, pero no los he querido repetir para rendir homenaje al máximo numero posible de ellos y para no saturar al lector, por lo que no seguiré mentando a los científicos que destacaran en otras ciencias como la botánica, zoología, paleontología, mineralogía, literatura y muchas otras más.

No quisiera pasar pagina de Al-Andalus sin rendir también homenaje a mi otrora vecino y antepasado algecireño Muhammad Ibn Abd Allah Ibn Abi Amir, quien pasara a la historia por su apodo honorífico Almansur o Almanzor, el Triunfador. También compartió apodo con Saleh ed Din, Saladino, el de Azote de la cristiandad o el de Espada del Islam. Merecidos apodos si tenemos en cuenta que, durante su ministerio (más bien gobierno) bajo los califatos de Al Hakam II y su sucesor Al Hisham II entre finales del siglo X y principios del XI, emprendió por decisión propia cincuenta y cuatro razias contra los reinos del norte peninsular sin perder una sola, (aunque perdiera un par de batallas) y asestando un duro golpe a lo que en la época fuera considerado como el centro mundial de la cristiandad, Santiago de Compostela, de donde tras arrasar la ciudad se llevara como trofeo además de un buen número de prisioneros, las campanas de la catedral y la hojas de las puertas de la ciudad, que pasaron reforzar el techo de la Mezquita Mayor de Córdoba. No obstante, Almanzor dió orden a sus soldados de no profanar la tumba del apóstol Santiago.

Anteriormente en tiempos del Emir Al-Hakam I, un grupo de cordobeses fueron expulsados del arrabal de la ciudad por revelarse contra el gobierno por las severas medidas fiscales con que este les venía presionando, tras ser incendiado el arrabal, unos tuvieron que huir a Toledo, otros a Fez y un tercer grupo, el más numeroso, unos quince mil, embarcaron en cuarenta naves desde el puerto de Pechina, actual Almería, hacia el puerto de Alejandría en el norte de Egipto, donde empezarían una nueva vida. Una vez en altamar, antes de llegar a Egipto, atacaron varias islas del Mar Egeo, llevando consigo un cuantioso botín que usaron para establecerse en Alejandría. Aprovechando los disturbios que sufría el país, fundaron en la ciudad una pequeña república que durara diez años hasta que el gobernador de Egipto los expulsara.

Encabezados por un aventurero cordobés, Al-Balluti, emprendieron rumbo a la isla de Creta, que ya conocían bien por anteriores incursiones de las que obtuvieron varios botines. Una vez establecidos allí aprendieron el arte de la navegación y se dedicaron a subsistir de la piratería y la exportación de queso y miel. Fundaron en la isla un pequeño estado musulmán desde el que atacaron varias veces a los antiguos propietarios de la isla, los habitantes de Bizancio, a los que propelieron varios asedios con la obtención de numerosos botines y esclavos. Este estado duró casi un siglo y medio hasta que los descendientes de Al-Balluti fueron derrotados por las tropas cristianas trás ocho meses de asedio por tierra y mar.

El Islam se fue de la península tal y como llegó, en medio de guerras civiles, en esta ocasión de los reinos de taifas andalusíes. Aún así los reinos del norte necesitaron del apoyo de Europa y el Vaticano con la promulgación de una cruzada contra Al-Andalus por el Papa Inocencio III.

Los andaluces no cesaron en el empeño de luchar por su libertad, levantándose repetidas veces en armas contra el opresor español, siendo la más sonada la Guerra de Las Alpujarras, que mantuvo durante tres años (1568-71) en jaque al reino de Felipe II. Fernando de Córdoba y Valor, descendiente de los califas de Córdoba lideró a los andaluces bajo su nombre musulmán de Aben Humeya con el que fue coronado rey en las inmediaciones de Narila. Siendo muerto al año le sucedió su primo Aben Aboo, mientras que por el bando de Felipe II y con la ayuda de nuevo de Europa, más en concreto con tropas venidas del norte de Italia bajo el mando de Juan de Austria, hermanastro de Felipe, acabara la guerra en la cueva de Bérchules.

Menos intenso fue en 1641 el intento de Gaspar Alonso Pérez de Guzmán, IX Duque de Medina Sidonia, de proclamarse rey de Andalucía. Contó con el apoyo del Marqués de Ayamonte, quien al ser detenido por el Conde de Olivares, tio del primero, confesó que su intención era la de instaurar una república andaluza. Este intento secesionista no triunfó por no contar con el apoyo popular ni la prometida ayuda de las armadas inglesa y holandesa. Entre 1647 y 1652 se suceden en Andalucía múltiples motines que eran fuertemente represaliados por los ejércitos de turno.

En octubre de 1807 las tropas de Napoleón entran en España con la intención de invadir Portugal, invadiendo bajo engaño a España también, y llegando a Cádiz en 1810, único territorio peninsular no conquistado, y la sitia durante dos largos años con bombardeos continuos que no obtuvieron los frutos deseados. El 19 de Marzo de 1812 se firma en Cádiz la primera constitución española. Antes el 19 de julio de 1808 en Bailén (Jaén), el Imperio Napoleónico representado por el general Dupont sufre su primera derrota de la mano del general Castaño, acompañado de una pequeña facción de su ejército y del grueso de las tropas de las juntas provinciales andaluzas, así como de la participación de la mayoría del pueblo. Esta sirvió como desencadenante de la caída de dicho imperio.

En 1819 se reunió en Andalucía un ejército destinado a sofocar la sublevación de las colonias en América. Varios oficiales habían decidido aprovechar aquella ocasión para proclamar la Constitución de 1812. Riego, uno de los comprometidos con el movimiento, se alza en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) el 1 de enero de 1820. Poco después se trasladaron a Arcos de la Frontera, donde fue detenido el general en jefe del ejército expedicionario, conde de Calderón.

La heroína andaluza Dª Mariana Pineda (a quien muchos consideramos la madre de la patria andaluza) hace su puesta en la escena histórica en 1831, . En un registro de su casa de Granada, Ramón Pedreosa y Andrade, comisionado especial para las causas de conspiración contra la Seguridad del Estado, una especie de policía política, requisa una bandera de dos metros por uno aproximadamente hecha en tafetán morado, en la que había cosido un triángulo verde, los dos colores del concepto de Oriente masónico y en la que se había bordado en hilo rojo el lema Igualdad, libertad y ley. Aunque erróneamente se le atribuyó como bandera nacional andaluza según su propia leyenda, su significado político fue el mismo. Es arrestada, acusada de conspiración e insurrecta, e inmediatamente encarcelada. Durante el juicio, Pedrosa, quien se le había insinuado, enamorado o confundido por la libertad sentimental de Dª Mariana Pineda, intenta convencerla de que delate a sus cómplices a cambio de perdonarla, pero ella se niega, muriendo asesinada en el garrote vil.

También en esta época el pueblo andaluz a protagonizado historias revolucionarias como La Sublevación de Loja o Revolución del Pan y el Queso, que tuvo lugar el 28 de junio de 1861 cuando un numeroso grupo de jornaleros encabezados por Rafael Pérez del Álamo asaltaron el cuartel de la guardia civil de Iznájar en Córdoba como consecuencia de las pésimas condiciones de trabajo y ante la frustración por no poder acceder a los beneficios de la desamortización. Se extendió por Archidona, Illora, Huétor-Tájar y Alhama de Granada. Hasta que el 4 de julio la fuerzas militares gubernamentales toman la ciudad de Loja tras un sangriento combate contra el pueblo sublevado.

El siguiente andaluz luchador por la libertad fue el también conocido como el padre del anarquismo andaluz, Fermín Salvochea, que llegara a ser alcalde de Cádiz y presidente de su cantón en 1873. Participó en la Gloriosa, Revolución de 1868 y también se vio implicado en los juicios de La Mano Negra en 1883.

La revolución de 1868 comenzó en Cádiz, para septiembre de 1868, la suerte de la corona ya estaba echada. Las fuerzas navales con base en Cádiz, al mando de Juan Bautista Topete, se amotinaron contra el gobierno de Isabel II. El pronunciamiento ocurría en el mismo lugar donde se levantara en armas contra su padre el general Riego cincuenta años antes. El momento cúspide de la revolución fué La Batalla del puente de Alcolea ocurrido en la localidad cordobesa de Alcolea (una pedanía de Córdoba) el 28 de septiembre del año 1868, en el cual el ejército revolucionario de La Gloriosa al mando del general gaditano Serrano derrota a los soldados de Isabel II obligando a ésta a exiliarse en Francia y comenzando así la etapa del Sexenio Revolucionario (1868-1874).

También durante esa 1ª República tuvo lugar La Revolución Cantonal coincidiendo casi en el tiempo con una huelga revolucionaria acaecida en Alcoy (la llamada Revolución del Petróleo) días antes del 12 de julio de 1873, cuando estalla la insurrección en Cartagena, extendiéndose en los días siguientes por muchas zonas de las entonces regiones de Valencia, Murcia, Andalucía y en las provincias de Salamanca y Toledo, lugares todos ellos en los que se llegaron a articular cantones (estados independientes voluntariamente federados en la Federación española), destacando también, en Extremadura el intento de creación de un cantón extremeño ligado a Lusitania.

La mayoría de los cantones suprimieron monopolios, reconocieron el derecho al trabajo, la jornada de ocho horas y terminaron con los impuestos sobre consumo (derecho de puertas). Las tendencias socialistas y anarquistas no consiguieron imponerse y sólo en Cádiz, Sevilla y Granada tuvieron los internacionalistas una fuerte influencia. Fue en este momento cuando aparecen los movimientos internacionalistas obreros llegados de Italia, principalmente el anarquista. Prueba de ello es que, de los cerca de 50.000 obreros que contó en muy corto espacio de tiempo la Federación de Trabajadores de la Región Española, Andalucía aportaba unos 29.000. Cataluña contaba en ese momento con unos 13.000 afiliados. Junto con Andalucía formaba la columna principal del internacionalismo en España.

De estos movimientos surgiría en Jerez La Mano Negra, una organización secreta anarquista que actuó en Andalucía a finales del siglo XIX, a la que se le atribuyeron asesinatos, incendios de cortijos y cosechas y varios ajusticiamientos por parte de jornaleros contra los terratenientes. Las fuerzas de seguridad del Estado llevaron a cabo una dura represión basándose en cuatro crímenes cometidos a finales de 1882 y los primeros meses de 1883. El resultado fueron quince campesinos condenados a muerte, de los cuales siete fueron ejecutados en la Plaza del Mercado de Jerez de la Frontera el 14 de junio de 1884.

En 1883 tiene lugar un intento fallido por dotar a Andalucía de un estado independiente que se integraría voluntariamente como estado federal en una federación hispánica, La Constitución Federal l para Andalucía aprobada en Antequera, fruto de las convulsiones vividas desde la Revolución de 1868, el breve reinado de Amadeo I, la experiencia republicana y de nuevo la restauración borbónica.

La Constitución de Antequera establecía adelantos democráticos y logros sociales verdaderamente avanzados para la época, como la igualdad y derecho a voto de la mujer o la libertad de pensamiento y asociación o la legitimidad de las huelgas obreras y la práctica de la resistencia solidaria.

A principios del siglo XX hace su aparición en la escena política andaluza, el más sublime héroe andaluz, D. Blas Infante Pérez de Vargas, el que actualmente es conocido como "padre de la patria andaluza", según el estatuto de autonomía de Andalucía.

En 1918, se celebra La Asamblea de Ronda, a propuesta de D.Blas Infante, que asume la Constitución de Antequera de 1883 y aprueba los símbolos de Andalucía: la bandera, el escudo y el lema. En 1919, se redacta el Manifiesto del 1 de enero en Córdoba en el que se reivindica a Andalucía como nación. D. Blas viaja a Madrid en 1923 por la muerte de su padre. La dictadura de Primo de Rivera (1923) le sorprende allí un mes antes de instalarse en Isla Cristina. La represión cierra los Centros Andaluces. En 1933, en la Asamblea de Córdoba, Infante pide un recuerdo "para aquellos maestros andaluces que pertenecen a los Centros Andaluces, frecuentemente cerrados por la Guardia Civil durante los tiempos ominosos de la monarquía y clausurados en definitiva al advenimiento de la dictadura de Primo de Rivera."

En 1931, al acabar la dictadura de Primo de Rivera, se proclama la Segunda República. Renace en D.Blas Infante la esperanza y se reconstituye el movimiento pro-estatuto con la creación de las Juntas Liberalistas. Este mismo año, se presentará a las elecciones en una candidatura republicana andalucista, acusada de preparar una insurrección armada para el día antes de las elecciones. Se defiende de las calumnias en el libro La verdad sobre el Complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía. También en este año forma parte, junto a Pascual Carrión, de la Comisión Técnica Agraria para la solución del problema de los latifundios.

En 1936, se crea Acción pro Estatuto Andaluz, todo va marchando según lo previsto. En Cádiz es izada por primera vez la bandera andaluza, en Jerez es entrevistado en la radio para hablar del Estatuto y en Sevilla se coloca la bandera andaluza en el Ayuntamiento.

En el mes de julio de 1936 estalla la Guerra Civil. Es detenido el 2 de agosto por miembros de Falange y conducido de Coria a Sevilla para ser encarcelado en el antiguo cine Jáuregui. Finalmente es fusilado en la madrugada del 11 a la altura del kilómetro 4 de la carretera de Carmona, acabando así con el anteproyecto del Estatuto de Autonomía para Andalucía, frustrado por el comienzo de la guerra, ya que la fecha prevista para el referéndum de aprobación estaba fijada para el mes de septiembre de ese mismo año.

Bajo la dictadura de Franco se bloquearon todos los procesos autonómicos, aunque hubo resistencia política. En 1965 Rojas Marcos funda Compromiso Político de Andalucía. En 1971 el día 29 de Marzo, en pleno estado de excepción, Rojas-Marcos es detenido por la policía y posteriormente encarcelado por haber pronunciado sendas conferencias sobre "La Acción Política" en los Colegios Mayores Universitarios de San Juan Bosco de Sevilla y Loyola de Granada, los días 11 y 12 de Marzo, respectivamente. En ellas critica la Dictadura y exalta la Democracia. La noticia es ampliamente difundida por la prensa nacional y extranjera. El New York Times (4.4.71) publica una larga crónica en la que califica a Rojas-Marcos como " opposition leader".Alianza Socialista de Andalucía. El Tribunal de Orden Público le condenará a dos años de prisión que, tras el recurso interpuesto, se convierten en tres años de destierro.

El 4 de diciembre de 1977 unos dos millones de andaluces salen a las calles por toda Andalucía pidiendo la autonomía, convocados por muchas asociaciones sociales y culturales así como por todos los partidos políticos salvo la Unión de Centro Democrático.

El 27 de abril de 1978 es aprobado el Real decreto de ley 11/1978 por el que se regula un "régimen preautonómico para Andalucía", y tras el referéndum del 28 de febrero de 1980, se aprobó el Estatuto de autonomía de Andalucía o Estatuto de Carmona.

Fue el único estatuto de autonomía votado por el pueblo en España, y pese al boicot de UCD y PSOE, gracias a Rojas Marcos y otros cuatro diputados andalucistas en las cortes generales, se consiguió acceder por el art. 151 de la constitución española, que ya se le aplicó a las comunidades de Euskadi y Cataluña, y que concedía autonomía plena a las nacionalidades históricas, frente al art 143 que se le pretendía asignar a la autonomía andaluza.

Hay que añadir con letras mayúsculas a una larga lista escrita con sangre, el nombre de Manuel José García Caparrós, malagueño de diecinueve años, otro héroe andaluz que murió por defender la libertad de su patria, Andalucía, el 4 de diciembre en 1977 al intentar izar la arbonaida (bandera andaluza) en el ayuntamiento de Málaga.

Algunas fechas del principio de este articulo no están del todo claras, ni siquiera la oficialidad histórica se pone de acuerdo en las fechas, lo que no empaña el leit motiv de este articulo, que no es otro que demostrar que el pueblo andaluz no es ni un pueblo belicoso, ni sumiso, que siempre a luchado por su libertad. Y que existe una continuidad cultural en las diferentes etapas vividas por esta gran nación que es Andalucía. Aunque recibimos influencias de otras culturas e influenciamos a otras, siempre fuimos los mismos andaluces los que pasamos de crear una Cultura de Los Millares a otra de Argar, luego de otra tartésica a una turdetana, o de una bética a una andalusí y así sucesivamente hasta el día de hoy.


* Hablamos de invasión porque como dijo Ortega y Gasset "Una reconquista de seis siglos no es una reconquista".
** También en el Antiguo Testamento, el profeta Ezequiel comenta que Tiro comerciaba con Tarsis, en este caso también es posible que se refiriera a Tartessos ya que Fenicia ya había contactado con ellos. El poeta Estesícoro, siglo VI adC, menciona a Tartessos en su Geroneida, donde narra el décimo trabajo que encomendó Euristeo a Heracles, que consistía en matar al gigante tricéfalo Gerión que gobernaba en un reino cercano a Tartessos. Se considera a esta la primera referencia oficial a Tartessos. Anacreonte en el 530 adC hace referencia en una de sus obras a la riqueza y complejidad política del reino tartésico, y cuando el viajero Pausanias visitó Grecia en el siglo II adC (Paus. Desc. 6 XIX 3), vió dos cámaras en un santuario de Olimpia que la gente de Elis afirmaba realizadas con bronce tartesio. También en el siglo II adC, Justino escribe sobre el mito tartesio del rey curete Gargoris y su nieto Habis, (Epit. Hist. Phil, XLIV, 4,1). Por último también Herodoto escribe sobre el rey Tartesio Argantonio y las relaciones de este con Grecia.
*** Los íberos son considerados un conjunto de pueblos que las fuentes clásicas (Hecateo de Mileto, Rufo Festo Avieno, Herodoto, Estrabón, etc.) identifican en la costa oriental de la península ibérica con este nombre al menos desde el siglo VI a.d.C.: elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelani, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos. Según la prosodia y la etimología latina, la forma original sería ibero, aunque según la Real academia de la lengua española, íbero es así mismo correcta para referirse a dichos pueblos y su lengua.
**** El castellano actual cuenta con mas de veintisiete mil palabras heredadas del andaluz clásico, la lingua mater del andaluz contemporáneo, y del cual mantenemos en Andalucía las diez vocales latinas (el sistema vocálico es el máximo rasgo identitario de un idioma), sin embargo La Real Academia de la lengua no le reconoce al andaluz el estatus de dialecto siquiera.


BIIOGRAFIA

- Fernando Molina y Juan Antonio Cámara (2005), Los Millares, Sevilla, Dirección General de Bienes Culturales.
- D. Ruiz Mata, (1994), Fenicios, tartesios y turdetanos, Huelva Arqueológica XIV
- Manuel Almagro, (1996) Ideología y poder en Tartessos y el mundo ibérico, Madrid., Gorbea
- M.E. Aubet, (1990) El impacto fenicio en Tartessos: las esferas de interacción, Mérida.
- Juan Castilla Brazales (2000), Erase una vez Al-Andalus, Granada, El legado Andalusí.
- Julio Caro Baroja (1991), Los Moriscos del Reino de Granada, Madrid, Ediciones Istmo.
- Laura Bariani (2003), Almanzor, San Sebastián, Editorial Nerea.
- Juan Vernet (1999), Lo que Europa debe al Islam de España, Barcelona, Circulo de lectores.
- Serge Lancel (1992), Cartago, Barcelona, Editorial Crítica.
- Manuel Bendala Galán (1987), Los Cartagineses en España,
en Historia General de España y América, vol. 1.2, Madrid, Ediciones Rialp.
- Emilio Cabrera, (1998) Historia de Bizancio, Madrid, Editorial Ariel.
- José Álvarez Junco, (2002) Mater Dolorosa: la idea de España en el siglo XIX, Madrid, Ed. Taurus.
- Rafael Altamira y Crevea, Historia de España y de la civilización española, R.A. de la Historia, Tomo I. Barcelona.
- Amando Melón (1928), Geografía histórica española, Madrid, Editorial Voluntad.

Andaluzía, Noviembre 2007

Xuanxo Ashraf Bardibia Garçelya
Vocal de la Junta Directiva de la ZEA
(Sociedad para el Estudio del ‘Andalú’)
FORO ABEN HUMEYA

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