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jueves, 31 de marzo de 2011

ANDALUCÍA Y EL MAGREB

    Vista satélite del Magreb. by Google 
Hace unos doscientos cincuenta millones de años, entre los periodos geológicos mesozoico y cenozoico, la placa africana colisiona con la indoeuropea y eleva el actual Valle del Guadalquivir, donde por aquel entonces se encontraba el Estrecho de Gibraltar, dando lugar a las Cordilleras Bética y Penibética, así como a Sierra Morena, o lo que es lo mismo, creando Andalucía. El poeta diría que la mano de Dios empujó el vientre de Africa para ayudarle a parir Andalucía.

Esta unión física ancestral entre Africa y Andalucía, a día de hoy aún se mantiene de forma espiritual, de la mano de una cultura común que se ha forjado a lo largo de los siglos en todo el Magreb.

Comenzaremos delimitando el espacio de el Magreb, oeste u ocaso en castellano, por donde se pone el sol y que a los musulmanes nos marca el momento del cuarto rezo ritual del día. El Magreb, oficialmente se extiende por el noroeste del continente africano y a orillas del Mar Mediterráneo, abarcando los paises de Túnez, Argelia y Marruecos, aunque histórico y culturalmente hablando, también comprende los territorios del Sáhara Occidental, Mauritania, parte de Senegal y Andalucía, por los que también se pone el sol visto desde La Meca.

Continuemos con el nexo histórico al que hacíamos referencia hace un momento, en 1030 Abdallah Ibn Yassin y algunos tamazights (bereberes) musulmanes de Marruecos emigraron hacia lo que llamaban Bilad as-Sudán y fundaron un ribat (en ár. ermita, convento-fortaleza cuyos habitantes reciben el nombre de al-murabitún, morabitos) en una isla del río Senegal (curso de agua que hoy constituye la frontera entre la República Islámica de Mauritania y Senegal). Hacia 1042 ya contaban con algunos millares de seguidores, tamazights del sur magrebí y negros islamizados, con los que, en 20 años, lograrían controlar todo el territorio entre el Senegal y el Mediterráneo.

El nuevo imperio que crearon fué conocido por su designación primitiva, Almorávide, (los que están de guarnición en un ribat).

Hacia 1070 el líder tribal Yusuf Ibn Tashufín (m. 1106) fundó la ciudad de Marrakesh que sería la capital de la dinastía, desde donde seis años más tarde, en 1076 conquistarían el reino sudanés de Ghana-Uagadú, llevando el Islam al centro de Africa.

Diez años después, en 1086, los almorávides abandonaron Ghana concentrando sus fuerzas para cruzar el estrecho de Gibraltar y desembarcar en Andalucía, donde llegaron como aliados de los llamados reinos de taifas, los restos fragmentados del otrora brillante Califato de Córdoba (929-1010). Estos régulos habían pedido su intervención debido a las constantes aceifas cristianas que amenazaban la misma existencia de al-Ándalus.

Yusuf Ibn Tashufín cruzó entonces su ejército a través del estrecho de Gibraltar y con los refuerzos recibidos en Málaga, Granada y Sevilla venció completamente a las fuerzas de Alfonso VI en la batalla de Zalaca (23 de octubre de 1086), cerca de Badajoz.

Sin embargo, en pocos años los almorávides se convirtieron en los dueños de todos esos estados musulmanes andalusíes, unificándolos con la porción africana del imperio.

Posteriormente veremos como los almohades se encargaron de extender la cultura andalusí por estos territorios y por los del Magreb oriental hasta Túnez, y engrandecer esta cultura con la influencia de otras culturas ancestrales nacidas en Andalucía con aportes de nuestros antepasados tartésicos, turdetános, bastetanos o baéticos, por nombrar los más destacados.
La cultura mudéjar, básicamente fusión cultural de las tres religiones mayoritarias de Al-Andalus, Islam, Cristianismo y Judaísmo, alcanzará su maximo explendor en la época Almohade.

La creciente debilidad del Gobierno Almorávide generó un nuevo período de Reinos de Taifas (que algunos historiadores denominan segundas taifas), el que fue un paréntesis antes de la llegada del poderoso Imperio Almohade a la Península.

Hacia 1125 los almohades (del ár. al-muwahhidún: defensores del Tauhíd, la "Unicidad de Dios"), tamazights del Atlas Central, se levantaron en armas siguiendo la prédica de Muhammad ibn Abdallah ibn Tumart (1080-1130) que se proclamó Mahdí (el Bien Guiado) y reprocharon a los almorávides haber resignado los principios islámicos y ser negligentes en la lucha contra los reyes cristianos en al-Andalus que había provocado la pérdida de importantes ciudades como Zaragoza, Tudela, Lérida, Tortosa, Cuenca, Albarracín y muchas otras. La lucha se prolongó durante 20 años, al cabo de los cuales el último sultán almorávide, Ishaq Ibn Alí, fue derrotado y muerto cerca de Orán (hoy Argelia) en 1147.

El primer califa almohade, Abd Al-Mumin (1094-1163), consolidó su dominación sobre la parte africana del Imperio, extendiéndolo a toda Argelia, el resto de Túnez, y parte de Libia, al este, y a Mauritania, al sur. Su sucesor, el califa Abu Ya'qub Yusuf (g. 1163-1184) cruzó el Estrecho, imponiéndose con facilidad a los divididos emires almorávides en al-Andalus, en 1165. El imperio almohade adquirió así su máxima extensión, yendo desde el Senegal hasta el Ebro y desde el Atlántico hasta Libia. Sin embargo, su talón de Aquiles era la parte peninsular, donde los ejércitos cristianos ejercían constante presión desde el norte. Los reinos del norte necesitaron del apoyo de Europa y el Vaticano, que con la promulgación de una cruzada contra al-Andalus por el Papa Inocencio III, acabarían por oscurecer la época de máximo esplendor cultural y social de Andalucía.

Por ineptitudes análogas a las evidenciadastamazight-andalusí que pudiese erradicar la amenaza cristiana detrás de los Pirineos—, los almohades se dejaron arrinconar por sus enemigos norteños. El 16 de julio de 1212 los almohades sufrieron la primera gran derrota en las Navas de Tolosa (cerca de Jaén) y al-Andalus se quebró en las llamadas terceras taifas, que fueron conquistadas por los cristianos una a una: Córdoba en 1236, Valencia en 1238, y Sevilla en 1248.

Así, el dominio musulmán en la península estuvo a punto de sucumbir sino fuese por el paradójico y admirable surgimiento de la dinastía nazarí (también tamazight) de Granada que sobreviviría 280 años (1232-1492).

Los almohades se retiraron de la península ibérica y entonces perdieron paulatínamente terreno en el resto de su imperio. En 1269, los tamazights Banu Marín, más conocidos como mariníes o benimerines, ocuparon Marrakesh y pusieron fin al califato almohade. El Magreb ingresó en un período de decadencia, sin embargo, las semillas sembradas durante dos siglos por almorávides y almohades habían fructificado allende el Sahel, y el Islam estaba en el Sudán occidental más vivo que nunca.

La unidad cultural del Magreb se ve representada en una persona, que casi todos los magrebíes, de ambas orillas del Estrecho, sentimos como antepasado nuestro, Abdel Rahman ibn Muhammad ibn Jaldún al-Hadrami, más concido como o ibn Jaldún, nacido en Túnez el 27 de mayo de 1332 en medio de una familia andaluza originaria de Hadramawt (región de la costa sur de la península arábiga), que había emigrado hacia el África del Norte y de ahí a Andalucía alrededor del siglo IX, algunos decenios después de la entrada del Islam en la península ibérica. En Sevilla, los antepasados de nuestro sabio ocuparon lugares prominentes en los reinados Umeya, almorávide y almohade de al-Andalus. A mediados del siglo XIII y debido principalmente a los efectos de la conquista española, la familia Jaldún emigró al norte de África estableciéndose en Túnez. En la ciudad, el abuelo y el padre de Ibn Jaldún ocuparon puestos destacados en la administración gubernamental.

La educación que recibió Ibn Jaldún fue esmerada y acorde con su posición social. Su padre, que era afecto a las letras y además un erudito e inspirado poeta, dirigió los primeros estudios del futuro historiador, poeta y filósofo. En su narración Ibn Jaldún evocará algunos de los poemas paternos y no olvidará consignar los nombres de sus otros preceptores en estudios coránicos, en jurisprudencia, en gramática y en poesía. En Túnez su familia poseía una propiedad que se veía frecuentada por los amigos del padre, políticos o intelectuales, que propiciarían el desarrollo intelectual de nuestro autor.

En 1349 perdió a su padre, y a algunos amigos, maestros y familiares víctimas de la peste que azotó el Magreb. En 1350 se le nombra para un importante puesto político con el que inicia una azarosa vida de cortesano. Durante nueve años, de 1354 a 1363, lo vemos en la corte merínida de Fez. En estos años aprovecha para completar su formación con los maestros marroquíes a pesar de que los cambios y las peripecias políticas en las que se ve envuelto le cuestan dos años de cárcel (1357-1358). Durante dos años más, de 1363 a 1365, viaja a Andalucía. Es embajador ante Pedro el Cruel de Castilla y el año de 1364 llega a Granada y entre 1365 y 1374 ocupa varios puestos políticos que lo llevan a intervenir en las diferentes pugnas dinásticas y en las rivalidades palaciegas

De 1374 a 1378 se retira a la villa de Qalat-Ibn-Salama donde se dedicará en callada pero activa soledad a redactar su opus magna: los Muqaddimah. Cuatro años más (1378-1382) le servirán para darle los toques bibliográficos a su obra.

A los 50 años emprende una nueva carrera política en Egipto que durará 24 años (1382-1406), hasta su muerte. Allí ocupará diversos cargos, será magistrado y maestro. Su elocuencia y su indudable talento le acarrearán enemistades difíciles. Cinco veces es removido de su puesto y otras tantas reincorporado al mismo. Una única y saludable pausa, en 1387, le permite cumplir con su Hayy (peregrinación a la Meca).

En 1401 lleva a cabo su última misión diplomática ante Tamerlán a quien encuentra cerca de Damasco. En fin, el 17 de marzo de 1406 muere en el Cairo y es enterrado en el cementerio de los sufís. El frío dato cronológico nos a ocultado los entretelones de la agitada vida de uno de los más grandes filósofos de la historia en quien la acción y la contemplación lograron en ciertos instantes una síntesis perfecta.

Su existencia rica y abundante en peripecias transcurrió en todas las ciudades musulmanas del sur del Mediterráneo: de Granada y Sevilla a El Cairo y Damasco. La mayor parte de su vida la pasa en la Berbería entre Túnez, Tlemcén (Tremecén) y Fez.. Todo el mundo político del que nos habla ha sido objeto de su experiencia personal. Sus viajes y su habilidad política, humana y social le permitirán familiarizarse con los estados musulmanes del Magreb y con sus instituciones. En 2005 fué galardonado con el premio Nobel de Filosofía a título póstumo.

Por todo lo anteriormente expuesto y porque me sale del corazón, no me queda más que desearles a todos mis hermanos magrebíes que la paz de Dios, su clemencia y sus bendiciones sean con vosotros, o lo que es lo mismo, Assalam Ualaykum Warahmatul-Lah ita Wabarakatub.

Andaluzía a 27 julio de 2008
Xuanxo Ashraf Aben Bardibia Garçelya
Vocal Junta Directiva ZEA

(Sociedad para el Estudio del 'Andalú')

Bibligrafía:

- La geodiversidad de Andalucía desde la perspectiva científica, Juan C. Braga, Universidad de Granada.
- Les Tuaregs au Pays du Cid. Les invasions almoravides en Espagne aux XIe. et XIIe. siècles, Livrairie Plon, París, 1946,J. Béraud Villars.
- Los almorávides. Historia de Marruecos, Estudio preliminar Emilio Molina López, Editora Marroquí, Tetuán, 1956 (Universidad de Granada, Granada, 1990), Jacinto Bosch Vilá.
- Historia política del imperio almohade, Tetuán, 1956-57.
- Vida, obra y pensamiento de ibn Jaldún (I), Elías Trabulse
- art. El armisticio andaluz, Xuanxo Ashraf ibn Bardibia Garçelya, 2007, http://www.xuanxobardibia.blogspot.com/2007/12/el-armisticio-andaluz.html

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